Exitoso fundamentalmente en las literaturas latinoamericanas, el realismo mágico centra su principal interés en incluir lo irreal, lo extraño, lo sobrenatural o lo supersticioso dentro de un discurso verosímil o de naturaleza realista.
En definitiva, los autores del realismo mágico buscan normalizar o naturalizar aquellos elementos ajenos a lo que denominaríamos como “realistas”.
El término como tal nació con el alemán Franz Roh, un crítico de arte que lo aplicó a la descripción de una obra pictórica que mostraba una realidad ligeramente modificada. A mediados del siglo XX esta etiqueta se trasladó a la literatura hispanoamericana gracias a la obra de Arturo Úslar Pietri, que lo aplicó a su análisis del cuento venezolano.
Las obras que pertenecen a este género suelen mostrar alguna de las características que lo definen, tales como -principalmente- la aparición de elementos mágicos o fantástico, percibidos internamente como elementos “normales” (aunque no explicados); aparición de mitos y leyendas de muy diversa naturaleza; importancia de lo sensorial, muchas veces por encima de lo racional; multiplicidad de narradores; distorsión del tiempo, que pasa de ser lineal a ser circular, etc.
Gabriel García Márquez es sin duda alguna el escritor más conocido y más directamente identificado con este género, tal vez porque su novela Cien años de soledad, además de ser una de las cimas de la literatura latinoamericana, es un claro ejemplo de este realismo mágico. Otros dignos representantes del movimiento son Miguel Ángel Asturias, Juan Rulfo (cuya obra Pedro Páramo muchos aclaman como la primera en mostrar estas características), Arturo Uslar, José de la Cuadra, Pablo Neruda, Laura Esquivel, Alejo Carpentier e incluso Jorge Luís Borges, que nunca se consideró a sí mismo un escritor realista.
A continuación se exponen varios ejemplos de "Cien años de soledad", la obra cumbre de Gabriel García Marquez:
En primer lugar, un diálogo entre los vivos y los muertos:
"una noche en que no podía dormir, Úrsula salió a tomar agua al patio y vio a Prudencio Aguilar junto a la tinaja. Estaba lívido, con una expresión muy triste, tratando de cegar con un tampón de esparto el hueco de su garganta.
(...) - Vete al carajo- le grito José Arcadio Buendía-. Cuantas veces regreses volveré a matarte. (...)
Una noche en que lo encontró lavándose las heridas en su propio
cuarto, José Arcadio Buendía no pudo resistir más. – Esta bien, Prudencio – le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo".
"Pero en realidad, la única persona con la que él podía tener contacto desde hacía mucho tiempo era Prudencio Aguilar....Prudencio iba dos veces al día a conversar con él.....era prudencio Aguilar quien lo limpiaba, le daba de comer y le llevaba noticias...."
Ahora, la famosa escena de la cruz:
" El miércoles de ceniza, antes de que volvieran a dispararse en el litoral, Amaranta consiguió que se pusieran ropas dominicales y la acompañara a laiglesia. Más divertidos que piadosos, se dejaron conducir hasta el comulgatorio, donde el padre Antonio Isabel les puso en la frente la cruz de ceniza. De regreso a casa, cuando el menor quiso limpiarse la frente, descubrió que la mancha era indeleble, y que lo eran también la de sus hermanos. Probaron con agua y jabón, con tierra y estropajo, y por último con piedra pómez y lejía, y no consiguieron borrarse la cruz. En cambio, Amaranta y los demás que fueron a misa se la quitaron sin dificultad"
Cuando remedios vuela con una sábana:
"Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano...".
La lluvia:
"Poco después cuando el carpintero tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas".
En las obras pictóricas, el gran exponente es el trabajo de Antonio López. Lee este texto y observa la imagen a continuación:
"...Entre 1975 y 1980, cada verano, Antonio López se levantaba al amanecer. Cogía el metro en Plaza Castilla y salía en la estación de Banco de España. Entraba en la sucursal del Banco Vizcaya y recogía el caballete y las pinturas que diariamente le guardaban los vigilantes de la entidad. Cargaba los bártulos y se instalaba en la isleta del paso peatonal que aún hoy separa Gran Vía de Alcalá. Durante 30 ó 40 minutos se entregaba a la captura de esa primera luz de la mañana. Han pasado tres décadas desde que el artista finalizase Gran Vía, uno de sus cuadros más conocidos y, con el escepticismo y las pocas ganas de hablar de sí mismo que le caracterizan, acepta rememorar aquellos días…"
A continuación está el famoso cuadro:
Colegio "San José"
C/Emilio Ferrari 87
Madrid (España)